Malvinas 2025
43º aniversario del bautismo de fuego del aviso ARA “Alférez Sobral”
sábado, 3 de mayo de 2025
La ceremonia fue presidida por el Comandante de la Flota de Mar, Contraalmirante José Alberto Martí Garro.

El acto se realizó en la Plaza de Armas de la dársena de la Base Naval Puerto Belgrano, la cual lleva el nombre “Capitán de Fragata Sergio Gómez Roca”, en homenaje a quien fuera el Comandante del “Sobral” en 1982, y que falleció a bordo junto con otros 7 tripulantes: el Guardiamarina Claudio Olivieri; el Cabo Principal Mario Alancay; los Cabos Segundo Daniel Tonina, Sergio Medina y Ernesto del Monte; el Marinero Héctor Dufrechou y el Conscripto Roberto D’Errico.

La ceremonia fue encabezada por el Comandante de la Flota de Mar, Contraalmirante José Alberto Martí Garro, quien estuvo acompañado por el Comandante de la Infantería de Marina, Contraalmirante Javier Pedro López. Además, estuvo presente la dotación del buque que participó de la Guerra, oficiales y suboficiales de la Flota de Mar y Veteranos de la Guerra de Malvinas.
Tras la entonación del Himno Nacional Argentino, el Comandante Naval, Anfibio y Logístico, Capitán de Navío Sergio Ernesto Navarro, realizó una alocución en la que detalló cómo fue el ataque al buque de la Armada cuando iba al rescate de pilotos de la Fuerza Aérea Argentina derribados al norte de las Islas Malvinas. También relató la odisea que vivió la tripulación para llegar al continente con el puente de Comando y el cuarto de radio destruidos, y con fallecidos a bordo.

“Estos actos de valor ejecutados por héroes contemporáneos, dejaron en evidencia la mayor entrega por un ideal que un marino pueda llevar a cabo, perdiendo la vida en defensa de los intereses de la Patria en el mar”, afirmó el Capitán Navarro, y agregó: “Es nuestro compromiso recordar, honrar y transmitir a futuras generaciones los valores, el ejemplo y el orgullo que representa la historia del heroísmo y patriotismo del aviso ARA `Alférez Sobral`”.

Luego, el capellán castrense, Presbítero Luis Scrinzi, realizó una invocación religiosa, tras lo cual la Banda de Música de la Base Naval Puerto Belgrano ejecutó el toque de “Silencio” y, luego, los acordes de la Marcha de la Armada.
Para finalizar, tomó la palabra el Capitán de Navío (RE) VGM Sergio Bazán, quien asumió el Comando del aviso tras el ataque, y relató con detalle los momentos previos y posteriores al combate, reflexionando sobre el liderazgo, el espíritu y el trabajo en equipo de la tripulación en aquel momento.

El ataque al “Sobral”
El sábado 1 de mayo por la tarde, un avión Camberra de la Fuerza Aérea Argentina fue derribado a unas 100 millas náuticas (185 km) al norte del Estrecho de San Carlos. Por encontrarse operando en cercanías, el aviso ARA “Alférez Sobral” recibió la orden de buscar y rescatar a los dos tripulantes sobrevivientes.
Durante la fría madrugada del 3 de mayo, los 49 tripulantes del “Sobral” antepusieron a sus nombres la palabra héroe. Ocho de ellos, incluido su Comandante, murieron en defensa de la Patria. El resto escribió páginas de honor, tenacidad y coraje asumiendo el control de lo que quedaba del buque y regresando a puerto.
Recién iniciado el 3 de mayo, el “Sobral” fue detectado por unidades navales enemigas que enviaron un helicóptero a verificar su posición. Cuando el primero sobrevoló la unidad, el Comandante del buque, Capitán de Corbeta Sergio Raúl Gómez Roca, ordenó cubrir puestos de combate. El ataque era tan inminente e inevitable.

Cuando la segunda aeronave apareció, la tripulación argentina abrió fuego con su cañón de 40 mm y ametralladoras de 20 mm, pero dadas las condiciones del mar y la escasa visibilidad, solo lograron alejar momentáneamente a los helicópteros, que en segundos regresaron para atacar con misiles aire-superficie Sea-Skua, uno de los cuales impactó en la lancha del buque repartiendo esquirlas e hiriendo a varios tripulantes. El otro pasó por encima del “Sobral”, que respondía el ataque con fuego de artillería.
El Capitán Gómez Roca pidió un informe de daños y de los heridos, que ya eran tratados por el médico y el enfermero de a bordo. Observó también que el enemigo podría lanzar sus misiles fuera del alcance de las armas del aviso tornándolas ineficaces por lo que, priorizando la seguridad del personal, ordenó desalojar las cubiertas superiores y la superestructura.
Solo él y los hombres indispensables permanecerían en el puente de Comando y el cuarto de radio. Esta difícil decisión, adoptada en el momento de mayor tensión e incertidumbre, significaría la preservación de la vida de muchos de sus hombres, pero también su propia muerte en acción.
“Al finalizar una rápida inspección del buque, y cuando me dirigía a informar el resultado de la misma, el enemigo volvió a atacar. Un misil destruyó por completo el puente, al igual que el cuarto de radio que se hallaba directamente debajo. El palo de proa cayó y las innumerables esquirlas provocaron averías en toda la parte superior y media del buque, que se estremeció como si hubiera sido golpeado por una mano gigantesca. El sector de proa se llenó de humo y el penetrante olor de la explosión invadió los compartimentos, aumentando la ansiedad general. Ansioso por conocer la magnitud de lo ocurrido subí hacia el puente, encontrando un verdadero desastre: estaba totalmente arrasado, hierros al rojo vivo y un incendio que cobraba fuerza. El Comandante y los que allí se encontraban habían muerto”, rememoró el Capitán de Navío (RE) Sergio Bazán, Segundo Comandante de la unidad. Era la 1.20 de la madrugada del 3 de mayo.

A partir de ese momento el entonces Teniente de Navío Bazán, herido en una pierna por una esquirla, debió asumir el Comando de un buque con el timón averiado; el puente con todo el instrumental, cartas y elementos de navegación destruidos; la radio en ruinas; un incendio a bordo; ocho muertos (incluido el Comandante) y ocho heridos, personal con contusiones y heridas menores; y la perspectiva de recibir nuevos ataques. Solo sobrevivirían si lograban llegar al continente por lo que, a partir de entonces, una vez controlado el incendio y reparado precariamente el sistema de timón, se organizó el regreso.
“Durante todo el día se navegó esperando el ataque que dábamos por descontado y que finalmente no se concretó. Excepto los vigías, apostados al efecto, todo el personal permaneció bajo cubierta ya que no quedaban armas en condiciones de uso”, destacó el Capitán Bazán. Con la ayuda de brújulas terrestres del equipo de desembarco, que no sirven de mucho a bordo por el magnetismo del buque, y con una “rosa” rescatada de un compás magnético destruido lograron una idea aproximada del rumbo, dado que el cielo cerrado de nubes impedía posicionarse por las constelaciones habituales.
En el interior del buque el estado era realmente precario: en proa, la energía había sido cortada y todo estaba mojado como consecuencia del agua arrojada para combatir el incendio. Tampoco había calefacción ni forma de calentar comida, por lo que el frío calaba hondo el cuerpo y también la mente de los marinos.

Tras dos días de resistir los embates de la guerra y la hostilidad del clima austral, un helicóptero de la Fuerza Aérea Argentina los sobrevoló, retiró al herido más grave y los guio hacia el buque de desembarco de tanques ARA “Cabo San Antonio”. Junto a él estaba el destructor ARA “Comodoro Py” y un guardacostas de la Prefectura Naval, que lo acompañaron hasta Puerto Deseado, donde lograron atracar la noche del 5 de mayo. El recibimiento de la gente y de los camaradas de las Fuerzas Armadas abrigó los corazones de los sobrevivientes.
En los días siguientes luego de una sentida despedida de los marinos muertos en acción, alistaron lo mejor posible al “Sobral” y el 20 de mayo zarparon hacia la Base Naval Puerto Belgrano, a donde arribaron tres días después. Una vez en el Arsenal Naval Puerto Belgrano, su personal y la dotación reconstruyeron el puente de comando.
El buque, que había recibido su nombre en homenaje al primer marino argentino que invernó en la Antártida, pudo seguir navegando por más de tres décadas, y el desempeño del Comandante y la tripulación del aviso “Sobral” sigue siendo una muestra del valor, disciplina y profesionalismo que caracterizan a los miembros de la Armada Argentina.